"La vida no consiste en
esperar a que pase la tormenta, sino en aprender
a bailar bajo la lluvia."
Segunda parte: En nuestro futuro hogar
Si encontrar un ho(s)tel en
Notts es difícil, conseguir un hogar que reúna todos los requisitos es lo
siguiente.
Durante cinco días encerrados en
la habitación buscando y buscando, no logramos concertar ni una sola cita para
visitar casas, tan sólo fuimos víctimas de un intento de timo de una adorable
señora que quería que hiciésemos una transferencia bancaria a un banco Western Union para comprobar que teníamos
dinero y dignarse a enseñarnos la casa [por
lo visto es un timo muy típico por estos lares]. Nuestro única tabla de
salvación para no hundirnos es que yo tenía un contacto del dueño de una casa
compartida que, milagrosamente, aún estaba disponible. ¡Siempre nos quedaría
Jason! La sorpresa vino cuando el jueves por la noche un tal John, que
supuestamente trabajaba para Jason, contactó conmigo para decirme que él sería
quien me enseñase la casa. Nos pareció tan raro que buscamos por internet y
resultó que ambos eran dos famosos ex convictos. Cuando ya el vaso de la
desesperación estaba a punto de colmar, de repente, se hizo la luz y el viernes
conseguimos tres visitas para el sábado.
Primera visita. Casa pequeña y de
aspecto exterior destartalado para nosotros solos en un barrio con fama de
chungo. 10 de la mañana y no aparece el agente inmobiliario que gestiona el
alquiler. 10:10, resignados a nuestra mala suerte, llama el tipo y me pregunta
por la dirección de la casa (?). 20 minutos más tarde aparece en un coche con
la música a todo volumen y en chándal. La casa vieja, poco amueblada, cutre,
rara y tenemos que contratar todo el tema luz, gas, internet sin que nos dé
detalles de cómo va (por lo visto, a través de una especie de tarjetas
prepago). No sé a vosotros, pero a nosotros nos olió a chamusquina.
Segunda visita. Piso muy bien
cuidado, de diseño, en una zona cool, muy cerca del centro y a compartir
únicamente con el dueño. Llegamos puntuales y no podemos acceder al portal,
porque está en una pequeña urbanización
cuya puerta se encuentra cerrada. Llamo al chico y no me entero de qué pretende
que hagamos, así que cuelga con un “Aggh” [Recordemos que los ingleses son los
expertos mundiales en protocolo y caballerosidad, así que fijaos lo harto que
estaba para colgarme de esa manera]. Le escribo un educado mensaje diciendo que
no me he enterado de nada por teléfono y
que la puerta de la urbanización está cerrada. Nos llama, se pone Rober y
conseguimos que salga a abrirnos. Nos
enseña nuestra habitación fashion y nos deja solos allí, mientras se queda en
el salón escuchando música. Nos reunimos con él con timidez, nos sirve vino
para brindar, cuajamos a pesar de nuestras conversaciones besuguiles al máximo,
y acabamos brindando varias veces más,
bailando mis canciones de la felicidad preferidas y comiendo pizza en su casa.
Y tres horas son suficientes para determinar que Jamie está loco y es un
personaje de cuidado: peticiones varias de
abrazos, muestra de fotos de sus novios, “¡Qué guapa eres!”, “No voy a
comer, porque esta noche tengo una fiesta”, etc. Nos vamos corriendo a la
siguiente visita con la emoción de que nos diga que estamos en el primer puesto
para optar a la habitación.
Tercera visita. Llegamos media
hora tarde, porque la casa está alejada del centro, y aún así la dueña nos
recibe sonriente y amable. Nos enseña minuciosamente la casa, a compartir con
una chica nativa que lleva allí viviendo 3 años y una chica escocesa que se
muda a finales de octubre. Todo correcto
y la casera encantadora.
¿Qué hacemos? ¡¿Qué hacemos?! En
los 3 sitios nos aceptan y es todo un logro. Decidimos llamar a Jamie para que
nos confirme que nos elige a nosotros. Y su respuesta es: “Sois mis preferidos,
estás muy loca y me encantas; pero no habéis tenido tiempo para pensar bien
vuestra decisión y yo quiero que estéis seguros para que podáis ser felices
aquí. Así que mañana me llamáis después de pensarlo bien y me contáis que
decidís.” Nuestra conclusión es que, aparte de loco, realmente no está seguro y
quiere ser caballeroso, así que apalabramos la otra casa guiándonos por nuestro
instinto y las señales:
- el día
22, en mi cumpleaños, nos ofrecen una casa victoriana
- la casa
es el número 22
- la dueña
se llama Sarah
- Rober, de
casualidad, deja de propina 22 céntimos al chino que nos sirve la cena esa
noche.
SE-REN-DI-PI-TY.
Hoy hemos firmado el precontrato
y pagado parte del depósito, mientras Sarah nos solucionaba paciente y
amablemente nuestras dudas durante una hora y media, a pesar de cargarme un
cajón de la casa delante suya y otras pequeñas saratustradas más. Mientras lo
hacíamos, Jamie nos ha escrito un mail diciendo que estaba esperando nuestra
decisión desde ayer y que le encantaría que viviésemos con él. C´est la vie.